Jorge Eliecer Robayo un fotógrafo en la Plaza de Bolívar
Son las 5:00 a.m. en la ciudad de Bogotá, es una mañana gris, fría y oscura. Mientras que muchos duermen o simplemente apagan su despertador para empezar una nueva jornada. Don Jorge Eliecer Robayo Medina, un rolo de 65 años, ya ha dejado su casa en el barrio San Antonio, para empezar un nuevo día en su lugar de trabajo, o como le diría el, su segundo hogar, en donde pasa horas de sol a sol intentando vender un producto que ya ha perdido valor y no muchos le llaman trabajo.
A muy pocas cuadras del lugar compra su tinto diario acompañado de un cigarrillo, aunque a esa hora no frecuenta mucha gente por La plaza de Bolívar, esta su fiel compañero que todas las mañanas lo consume en sus letras e historias y lo deja al tanto de un diario vivir en la ciudad de Bogotá. Después de leer el periódico y tomarse su tinto caliente, ya se ven algunos rayos de luz que empiezan a iluminar la plaza, que todavía esta húmeda por la lluvia de la noche anterior.
A las 6:00 a.m. sin mucho transito por el lugar y un frio espantoso, don Jorge Eliecer se sientan en las escaleras de la Catedral Primada, enciende un cigarrillo y solo contempla este lugar que en unas horas estará llena de gente de todas partes e invadida por miles de palomas, que solo esperan ansiosas la llegada de los turistas para ser alimentadas por el maíz que allí venden. Su vista se detiene en la mitad de la plaza, donde se encuentra don Alejandro, este pensionado de la guerra que lleva 15 días en la mitad de la plaza de Bolívar haciendo una huelga de hambre para convocar a la gente y lograr una paz mundial. Aunque a él le perece ridículo sigue mirando a otras partes y pensando que la paz es algo que Dios nos dejo y no hay porque hacer eso para conseguirla. La plaza de Bolívar es un lugar donde se pueden contemplar diferentes influencias arquitectónicas. El Palacio de Justicia un enorme edificio moderno, el Capitolio Nacional con un estilo neoclásico, El Palacio Liévano una construcción de estilo "renacimiento francés", a pesar de la hermosa combinación que rodean la plaza, esta se ve desorganizada y sucia.
Pero también piensa en su competencia, esos que dicen llamarse fotógrafos, pero que no lo son, esos que utilizan animales, como en un zoológico o granja para tomarle fotos a los extranjeros que llegan impactados por la variedad de cosas que se encuentra en este lugar. Estos que regalan el producto, haciendo una competencia injusta y sin importarles lo que piensen los otros trabajadores. Una competencia en donde la señora que vende el maíz de las palomas es la misma que le toma la foto al turista, como se diría popularmente, “un negocio redondo”. Porque en este lugar el más vivo es el que sobrevive. Pero esto indigna a más de un verdadero fotógrafo, un fotógrafo profesional que se gana su vida por este medio y en este lugar, en el rebusque del día. La alcaldía debería tomarse la molestia de organizar la plaza y aquellos que trabajan en ella ya que este es un lugar turístico.
Las horas pasan y don Jorge Eliecer no hace más que dar vueltas por este lugar y fumar sus cigarrillos. No hace mucha vida social, porque aquí no tiene amigos. El solo los observa y los ve como una competencia más que regalan su producto quitándole el título a lo que verdaderamente él le ofrece a la gente. Llegan las 8:00 a.m. la plaza empieza a ser transitada y los demás vendedores empiezan a llegar con sus cámaras, sus bolsas de maíz, sus chicles, bombombunes, cigarrillos, guarapo de caña etc.…
Cuando de pronto a las 8:30 a.m. llega un grupo de sindicalista, que protestan afuera de la casa de Nariño para ser escuchados por la inconformidad que tienen en sus trabajos, en cuanto a la salud y prestaciones. Sin pensarlo un segundo don Jorge Eliecer les toma unas fotos para empezar a hacer lo del día (así le dice él). Pero se lleva una gran sorpresa cuando uno de estos supuestos fotógrafos, también ha tomado varias fotos a este grupo de sindicalista y les está vendiendo las fotos más baratas que don Jorge Eliecer. Pues sin pensarlo mucho don Jorge Eliecer le rebaja a sus fotos para no perder el material y el cliente. Aquí empieza otro día de juego sucio y sin reglas.
Después que pasan unas horas y don Jorge Eliecer ya ha dado más de 5 vueltas a paso lento por la plaza. Llega un grupo de extranjeros que van haciendo su recorrido en bicicleta. Don Jorge Eliecer se acerca a ellos ofreciéndole sus fotografías. Pero sin mucho preámbulo es rechazado como la mayoría de veces, porque la mayoría de turistas extranjeros cargan sus cámaras grandes y potentes, donde ellos mismos se toman las fotos sin necesidad de utilizar el servicio de Jorge. Aunque a diferencia de muchas de las personas que dicen ser fotógrafos y no lo son, la fotografía es la pasión de don Jorge así este trabajo no le de muchas ganancias
Llega el medio día y el hambre empieza a pronunciarse en su estomago. Pero él la despista con otro tinto bien cargado y con un cigarrillo que lo consume en su pasado y sus pensamientos de la juventud. Se remite a esos momentos donde compartía con su hija Helena, a la cual no ve hace más de 10 años. También piensa en sus nietos, en sus bisnietos, aunque no lo conoce se los imagina como esos niños que ve pasar al lado de él, espantando las palomas que abundan en la plaza.
Llega la 1:30 su estomago no aguanta más y le pide a gritos un plato de comida. Hace un alto en su rebusque y se dirige a la cafetería de la señora Gloria. Allí se encuentra un viejo amigo de él, se conocieron en el SENA, cuando don Jorge Eliecer hacia un curso de plomería, aproximadamente unos 30 años atrás. Con un fuerte abrazo y una carcajada de alegría, se sientan en la misma mesa y empiezan a recordar esos años de juventud, donde se gozaba mucho y no se media las consecuencias de los actos. Después de dos largas horas de charla, don Jorge Eliecer se despide con angustia, porque había dejado pasar dos horas de rebusque, de ganancia y clientela. Don Jorge debido a su de “trabajo”, es una persona servicial y amable sin embargo muchas de las personas a las que se les acerca lo miran con desprecio o indiferencia.
La tarde ya empezaba a caer, el reloj de la catedral marcaba la 4:15 p.m. Don Jorge Eliecer camina de lado a lado, pero no aparecen más clientes. Don Jorge ya está cansado de caminar, entonces decide sentarse y empezar a llenar los crucigramas que aparecen en los periódicos que carga desde las horas de la mañana. Los minutos pasan lentamente pero empieza a caer el atardecer. Un atardecer lleno de colores y que hace un contraste perfecto con Monserrate que se observa claramente desde la plaza, hace que don Jorge Eliecer empiece a tomar fotos de este hermoso atardecer. Ya son las 7p.m, la noche empieza pero su trabajo termina se dirige a su casa a descansar aunque no haya sido un día muy exitoso, él se siente satisfecho porque considera que todos los días se levanta con la mejor disposición dispuesto hacer un trabajo que dice amar. Don Jorge se levanta todos los días muy temprano la apariencia de él es impecable a diferencia de las demás personas que trabajan en la plaza, un fotógrafo apasionado por su profesión aunque esta sea desmeritada por unos cuantos que dicen ser fotógrafos y no lo son.
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